Sky Blue Bobblehead Bunny
miércoles, 25 de diciembre de 2013

Relato: La estrella del árbol


¡Chic@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@@s!:) ¿Cómo va todo? ¿Muchos regalos de Papá Noel por ahí? Ya pronto (espero que mañana haré el haul de mis regalos de Papá Noel [Por si alguien no lo sabe, hace ya 4 años que descubrí la verdad de Santa y los Reyes Magos ¬¬] y si Claudia me pasa sus imágenes, haré un haul de sus regalos también.
Bueno, como ya estaba en el calendario, prometí un relato que guardo desde mediados de diciembre, y es el que ahora leeréis. Es un relato triste, en principio pensaba hacerlo feliz, pero acabé volviéndolo triste... Espero que os guste mucho:

Antaño, cuando la segunda guerra mundial abrazaba el manto terrestre, Amelia  y Pablo, aguardaban por su familia y andaban en busca de algún aposento que les ofreciera seguridad, comodidad y calor.
Era una familia humilde, vestían con trapos que encontraban o mendigaban en las calles de su pueblo; se conformaban con cualquier cosa que recibían, y buscaban el más sencillo hostal para alojarse y recibir el calor familiar de sus dos hijos. La búsqueda de un lugar donde reposar, se debía a que, hacía tansólo dos horas, su pequeña cabaña de leños y ramas, había sido derrumbada por un misil del ejército enemigo. Casualmente, no habían salido heridos gravemente, pero su hijo menor Darío, había sido víctima de una quemadura en la pierna, cuando el fuego desvanecía la cabaña ya derrumbada, en el silencio de la noche y el vaivén del fuego.
Sin comerlo ni beberlo, por un callejón del pueblo, hallaron una pequeña pero acogedora posada. Pablo, feliz y ansioso por recibir el calor de una casa, propuso a su familia entrar y pedir alguna cama y una lumbre. Al entrar al caserón, un hombre de avanzada edad, aguardaba lo que parecía ser una pequeña recepción, a la que  Pablo y Amelia se dirigieron ansiosamente con sus hijos.
-Buenas noches, señor.-Saludó Pablo.
-Muy buenas noches. ¿Estaban pensando en algo?-Interrogó el hostelero.
-Efectivamente. Queríamos un par de camas y una lumbre, nuestra cabaña ha sido derrumbada por un proyectil, y, no tenemos aposento en el que yacer.-Anunció Amelia.
-Está bien. Casi toda la posada está vacía, mucha gente ha emigrado para evitar la muerte… Ustedes ya me entienden.-Dijo el hombre con una voz agazapada.-Por cierto, lo siento. Las dos camas y la lumbre, serán treinta-y-tres mil pesetas.
-¿Cómo?-Preguntó Pablo sobresaltado y repasando con la mano cada centímetro de su bolsillo.
-Ya lo ha oído, treinta-y-tres mil pesetas. No puedo bajar el precio, sintiéndolo mucho, señor.-Añadió el hostelero con vacile.
-Pues no podemos hacer nada, buscaremos algún rincón en la calle, señor. Buenas noches, y gracias por su cordialidad.-Respondió Pablo con el ánimo por los suelos.
Con cinco mil pesetas en el bolsillo, y dos criaturas, Pablo y Amelia se lamentaban no poder refugiarse de ese ambiente hostil, y temían que sus hijos enfermaran o sufrieran gravemente.
De repente, ya fuera de la periferia del pueblo, hallaron un pequeño bosquecito de abetos, y la acogedora brisa de la naturaleza les propuso pasar la noche bajo uno de aquellos lindos y esbeltos árboles. Tras acostarse al pie del árbol, Amelia refugió a sus dos críos bajo sus brazos, y así, les dijo:
-Hijos míos, cada persona nace con sus virtudes y sus defectos. En esta vida, nos ha tocado ser pobres, pero hay que conformarnos con lo que tenemos. Siempre debéis conformaros con lo que recibáis, o os den, pero sobretodo, recordad que no es más rico el que más tiene, sinó el que menos necesita.-Explicó Amelia, emocionada y tiritando, a sus dos niños, que la contemplaban asombrados y con la mirada fija en sus ojos.-Aquella estrellita de allí, la que más brilla, es la que nos aguarda, la que vigila por nosotros, la que comprende nuestra situación.-Siguió la madre.-Aquella estrellita, es la que llevamos en el corazón.-Acabó la mujer, cuando sus dos hijos dormían acurrucados a ella, y ella se dejaba caer en el tronco del árbol.
Sin postura en la que encontrar el sueño, Amelia se puso de pie y agarró del suelo un manojo de hinojos secos, de un color amarillento grisáceo, y los moldeó y ató de tal forma que aparentaban ser una estrella. Seguidamente, empuñó su trabajo, y, pisando el denso suelo del campo, se puso de puntillas y la colocó en la copa del árbol, sin la necesidad de escalar por el mismo. Fue así como, volvió al pie del árbol, y abrazando a su marido y a sus dos niños por criar, cayeron en un sueño eterno, del que en paz descansarían, y con la segura protección de la estrella que deslumbraba, entre temblores y fríos, jamás despertarían.

FIN

Bueno, ¿Les gustó? ¿Qué tal si me dais vuestra opinión? La recibiré encantadísimo.
Ahora, quiero desaros muy felices fiestas, y feliz navidad. Feliz año nuevo, aun no lo desearé con unas simples palabras, sinó con un detalle que valdrá mas, ahí lo dejo...¡Saludos!

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